sábado, 29 de mayo de 2010

¡GRACIAS MAMÁ VIRGINIA!



VIRGINIA GUTIERREZ DE ESTRADA nació en Abejorral (Antioquia) el 25 de enero de 1906 y entregó a Dios su alma en Manizales (Caldas) el 18 de mayo de 2010 a los 104 años.

Nos acostumbraste al olor de geranios y novios.
A veces en nuestro egoísmo, llegamos a pensar en tu inmortalidad, porque 104 años con esa lucidez, ese desparpajo alegre con que respondías jocosamente con tus gracejos inmediatos y ese recuento de la historia de tantas horas vividas parecían un libro abierto que nunca se cerraría.
Nadie escapaba a tu pensamiento, cada uno de nosotros tenía en tu corazón ese pedacito de lugar al cual pasabas lista diariamente.

Ay, del que no te visitara aunque fuera semanalmente, pedías que no te escondieran nada si había pasado algo o tenías lista la reconvención para el olvidadizo de marras.

Tu vientre fue nutricio nido de esa semilla que nos llevó a ser familia a 75 personas.

Hijos, nietos, biznietos y tataranietos, esposos y esposas, alabamos hoy a Dios por todo lo que fuiste para nosotros y perpetuamos tu recuerdo y tu paso por el mundo.
“A mi no me den nada, yo con ustedes lo tengo todo, denle a los pobres y necesitados todo lo que se vayan a gastar en mi”.

Pensabas en todos, tú alma y tus manos cariñosas y tiernas, llenas de amor, cosían y tejían, más que ropa, cobijo de cariño para los pobres. Y los ancianos suavizaban con tus dádivas el desprecio.
Fuiste ángel en la tierra, mensajera de abrazos y besos que Dios nos envío de regalo, nos enseñaste de libertad, de carácter, de orgullo, de sinceridad, de amor filial y de templanza, siempre con tu ejemplo.

Iluminaste los caminos tenebrosos que a veces asolaban nuestras vidas con tu consejo oportuno y lograste que fuéramos uno solo, familia unida en la alegría y la tristeza, en el inconveniente y en la grandeza.

¡Se te cansó el corazón, Virginia!, diste tanto de ti por tanto tiempo que te quedó corta la vida para seguir amando y te fuiste al eterno paraíso al lado de Dios para cuidarnos siempre.

Ya sé que no volverás a nuestra casa ni volveremos a verte en la tuya ni detendrás tu risa en nuestras puertas. Y no será dolor tú partida porque lo que nos diste, estará en el corazón como marca indeleble que nos atará para querernos siempre.

¡Gracias mamá Virginia, eres eterna!