Con el debido respeto, compadezco a aquellos que no vivieron su infancia en un viejo pueblo, al amparo de sus amplias calles llenas de boñiga que bueyes, caballos y mulas dejaban a su paso y bajo el bucólico trasegar de sus gentes.
Hoy, cuando nuestros hijos, pegados al televisor o ensimismados por juegos electrónicos y mecánicos, yacen abúlicos en su cuarto hogareño, llegan a mi los recuerdos de tantos juegos inventados y de la creatividad pueblerina que nos permitía apropiarnos de los más curiosos implementos de diversión en nuestra infancia.
Y que decir del paisaje y los sonidos.
Vibrantes colores de amaneceres y tenues luces del crepúsculo, trinar de pájaros y algarabías de insectos sólo silenciados ante el sonoro repique de religiosas campanas.
Campo, brisa fresca, aroma de cielo, dulces y sencillos momentos, olvidados quizás en un rincón de nuestra mente ante el impetuoso paso del progreso.
Es por eso que con las notas en este BLOG, más que presentar un dechado de profunda literatura, quiero hacer un homenaje sencillo a la tierra de mis mayores, a mi tierra, enclavada en la montaña caldense y empapada a diario por la bruma mañanera, a algunos de sus ilustres hombres y mujeres, a su cultura, a sus raíces de arrieros, sombreros y machetes, a su ancestro de maíz y de alma noble y fuerte.